Por: Jesús Saucedo/Colaborador
El día 18
de marzo desperté con la sensación de que debía ir a San Quintín, además de ser
originario de esa zona mi gusto por la fotografía incitó aún más todo aquello
que sentía. Así que me cambie de ropa, tome un poco de dinero que tenía guardado
y partí rumbo a Punta Colonet, donde tengo a mi familia. Una vez llegado a la
localidad hice un recorrido en el pueblo, todo se mostraba tranquilo, seguí
avanzando hasta el próximo poblado, el ejido Díaz Ordaz donde solo se
encontraban unidades policíacas.
Minutos
después, en el poblado de Camalú, mientras transitaba pude observar a una
muchedumbre que cerraba la carretera. Bajé de el vehículo y camine unos metros,
para poder integrarme a las personas que se encontraran ahí. Luego de haber
llegado aproximadamente 25 unidades de la policía arribaron al lugar, mi mente
solo pensaba en que debía retratar aquello, mi corazón latió más fuerte.
Pedí
referencia de la próxima población, solo me dijeron: “no vayas, te me van a
agarrar a pedradas y capaz te queman el carro”. Para mi esa fue una respuesta
motivante; en lugar de asustarme me emocionó la idea de continuar.
Piedras en
la carretera, llantas tiradas, postes y letreros quebrados, fue lo que observé
en el recorrido hasta la colonia Vicente Guerrero, manejé con precaución hasta
lograr entrar. Las personas vagaban por todo el poblado, escondí mi carro y lo recorrí
a pie. Se podía sentir el ambiente de hostilidad, creo yo que por la presencia de la cámara, por lo que decidí ocultarla un poco y no llamar la atención. Tome fotografías y regrese hasta Punta Colonet.
Regrese a
mi casa para vaciar la memoria. El plan era regresar al día siguiente a la
ciudad de Ensenada. Ya acostado pensé en que debía regresar para compartir las
fotografías y la información que había recopilado.
Sin duda
una experiencia memorable, y reconfortante, ya que las imágenes poseen un poder
sumamente grande.
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